viernes, 27 de mayo de 2016

Contrahegemonía y lucha cultural en España



La lucha por la conquista del poder cultural y la difusión de una serie de valores y postulados ideológicos en la gran masa popular es una tarea ardua pero necesaria para todo movimiento político cuyo objetivo sea la conquista y la transformación del poder establecido. Esta ley, teorizada y desarrollada por Gramsci durante su cautiverio, se ha convertido en un objeto de estudio necesario para todos aquellos que buscan influir en la opinión pública y poder lograr acceder al poder. Si bien, como señala Marcos Ghio en su artículo “El Gramscismo de derechas”(1) no vivimos en el mismo contexto de ilegalidad en el que Gramsci se encontraba cuando formuló sus teorías y que por lo tanto podemos centrarnos en una acción política eficaz es necesario reflexionar hondamente sobre cómo enfocar la lucha cultural para que a la larga de unos resultados propicios que sirvan como impulso y trampolín a la labor política tradicional desarrollada por nuestros movimientos. La guerra de posiciones que constituye la lucha por el poder cultural y la creación de contrahegemonía es esencial para poder ir formando una base sólida que permita construir sobre ella los éxitos políticos futuros. Contrahegemonía es, en rasgos generales, construcción de una conciencia cultural y social autónoma con respecto a la cultura impuesta por la clase burguesa, que es la poseedora del poder político y económico, lo que la pone en una situación privilegiada con respecto a las clases populares. Frente a este dominio cultural e ideológico impuesto por las clases dominantes (representado nuestros tiempos por el liberalismo filosófico y social) hay que desarrollar una alternativa que permita disputar esa posición absoluta y e impregnar a la opinión pública y la sociedad civil con nuestros valores y postulados ideológicos.  

Hay que admitir que en España se han dado pasos gigantescos en el campo de la lucha cultural en los últimos tiempos, gracias a la proliferación de asociaciones culturales, editoriales que editan y distribuyen libros y revistas propias, radios independientes y hasta importantes personalidades que, como los falangistas Gustavo Morales y Jorge Garrido, han conseguido tener repercusión en medios televisivos e informativos como Russia Today o en cadenas nacionales. Pese a este avance beneficioso y loable hay que realizar una crítica que algunos tacharán de sectaria y que otros verán excesiva, pero que permitirá reenfocar la lucha cultural en España hacia una mayor eficacia de cara a las conquistas políticas. El gran error que hemos cometido es no haber estructurado esta red de asociaciones, editoriales y publicaciones en torno a unos esquemas ideológicos sólidos que potencie la formación de cuadros de militantes formados como influir sobre los españoles de forma efectiva. El confusionismo ideológico y la dispersión doctrinal es una enfermedad que anula al llamado “área patriota”, pues hace imposible articular desde la base una actuación política y cultural con unos verdaderos objetivos de cara al mañana. Esto es fundamental, pues están patentes los escasos resultados conseguidos y es aún más patente la falta de autocrítica que existe entre los militantes debido en primer lugar a la falta de formación que les impide analizar certeramente los problemas internos existentes en nuestras organizaciones. Pese a la admiración de muchos militantes hacia la Nueva Derecha liderada por Alain de Benoist en España ha sido imposible crear un modelo doctrinal fuerte que pueda proyectarse sobre la opinión pública y las instituciones, algo que si han logrado nuestros compañeros franceses y que les ha reportado notable éxito tanto en el campo cultural como en el político, tal y como reflejan los resultados de Frente Nacional.

El espontaneísmo y el confusionismo dominan a todas las organizaciones y asociaciones culturales de nuestro sector político. Pocas son aquellas que se han organizado siguiendo un modelo doctrinal único (que no es lo mismo que cerrado) y han logrado a través de esta visión ideológica formar planes de actuación con un mínimo de efectividad. Nuestras asociaciones culturales carecen de bagaje ideológico, lo que las conduce a utilizar como tal ideas sacadas fuera de contexto de diversos autores que llegan a chocar entre sí y a los que solamente les une la vacua etiqueta de “patriotas”. Una asociación cultural cuya acción es crear jornadas de debates y conferencias debe saber orientar estas actividades hacia la difusión de un sistema doctrinal homogéneo y que dé solución a los problemas del presente, no ofrecer una amalgama de autores a los que no les une nada. Este confusionismo ideológico contribuye al debilitamiento de nuestros movimientos, pues los militantes e interesados terminarán formando un caos ideológico en sus cabezas que tarde o temprano se traducirá en pérdida de interés, falta de claridad de pensamiento y pesimismo político que nace al no encontrar una vía política alternativa eficaz. Es de sobra conocida la cantidad de militantes que tras una explosiva a la par de efímera actividad política terminan “quemados” y cansados de esta, siendo un factor clave que posibilita esto es la incapacidad de formar cuadros disciplinados en torno a una doctrina única y eficaz. Este mismo síntoma ocurre en las asociaciones culturales y en nuestras editoriales, pese a la encomiable labor que realizan y el sacrificio que ello supone pero que no los exenta de crítica. 

Algunos han intentado encontrar la solución al problema anteriormente expuesto creando nuevas etiquetas que unifiquen en torno a ellas a diversas corrientes ideológicas y formas de sentir. Son los llamados “identitarios”, “Socialpatriotas” e incluso “nacional revolucionarios” (que nada tienen que ver con las teorías de Jean Thiriart, François Duprat y otros pensadores europeos). Esta pretendida solución es un callejón sin salida que contribuye aún más a la confusión doctrinal y a la ineficacia en el terreno cultural. Por mucho que asociaciones empiecen a federarse entre ellas si participan de esta ambigüedad no podrán influir sobre la opinión pública de forma decisiva y eficaz, al no tener un sistema de valores y unos pilares ideológicos que difundir sobre las gentes. Escudarse en estas etiquetas es una salida fácil que no conlleva realizar esfuerzos organizativos ni teóricos de ningún tipo y que como ha sido señalado anteriormente contribuye al debilitamiento de nuestras filas. En definitiva esta actitud representa la sinrazón y el hermetismo más absoluto del llamado “área patriota”.

Para revertir esta situación de esterilidad política y cultural hay que reorganizar nuestras asociaciones y organizaciones en torno a unos puntos que si bien son difíles y sacrificados son necesarios para la creación de contrahegemonía cultural:

  -Formación de centros de estudio, grupos de pensamiento y Think Tanks que se articulen en torno a una doctrina política y filosófica o bien construyan ellos mismos una. En España contamos con la profundidad del nacionalsindicalismo, cosmovisión que posee soluciones dentro de todos los sectores, desde el económico hasta en el filosófico. Crear centros de estudios y publicaciones que fortalezcan la doctrina, la desarrollen conforme a la problemática del siglo XXI y la difundan entre el ámbito académico y por toda la sociedad es más necesario que nunca, pues sin doctrina no puede existir movimiento revolucionario.

  -Articular la red de asociaciones conforme a los anteriores Think Tank, sirviendo como enlace entre los grupos pensantes y la gente a la que queremos influenciar. Actividades constantes conforme a una línea ideológica fija que de cohesión y coherencia a nuestra labor cultural y facilite la transmisión de ideas y valores entre las gentes.

  -Fomentar entre los militantes dotados para ello la creación cultural y artística conforme a nuestros valores. La literatura, la música y el cine son campos magníficos que podemos utilizar para transmitir nuestras ideas de forma directa e indirecta. Recuperar a nuestros escritores u aprovechar las obras de otros artistas que defiendan valores cercanos a los nuestros, tal y como defiende el pensador italiano Adriano Romualdi(2).

  -Jerarquizar lo desarrollado en los tres puntos anteriores en torno a una organización política que encauce lo conseguido en la batalla cultural y que a su vez permita alimentar este frente con nuevos cuadros, activistas y pensadores. La guerra de posiciones es lenta, pero debe de dar unos resultados específicos que se traduzcan en conquistas políticas de menos a mayor escala, de lo contrario todos nuestros esfuerzos caerán en un saco roto. Esta misma organización se encargará de difundir las publicaciones, conferencias y jornadas que se realicen dentro del frente cultural, contribuyendo también a su expansión.
Si conseguimos reestructurar el frente cultural según lo anteriormente descrito y comenzar a trabajar según unas líneas y bases claras conseguiremos ir recuperando poder dentro del ámbito cultural español y salir de la marginalidad a la que estamos condenados debido a nuestra ineficacia. Hasta que no se cometa esta tarea de autocrítica y de verdadera organización todo esfuerzo caerá en saco roto y seguiremos en esta espiral de fracasos sin límites. Es necesario abandonar fobias, ambigüedades y etiquetas vacías y comenzar a construir una verdadera contrahegemonía que arranque del pueblo español el hedonismo, la zafiedad y la torpeza que lo ciega y adormece. En nuestras manos está acometer esta ardua e imprescindible empresa.

Por Fernando Roldán “Dardo”

Notas:

(1)Revista Elementos número 40:  Antonio Gramsci y el poder cultural. Disponible en el blog: Gramsciscmo de derechas

(2)Orientaciones para una nueva cultura de derecha. Adriano Romualdi.

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