miércoles, 30 de marzo de 2016

Estado, Individuo, Libertad



EL PROBLEMA DE LA LIBERTAD

Frente al desdeñoso "Libertad, ¿para qué?", de Lenin, nosotros comenzamos por afirmar la libertad del individuo, por reconocer al individuo. Nosotros, tachados de defender un panteísmo estatal, empezamos por aceptar la realidad del individuo libre, portador de valores eternos.
Pero sólo se afirma una cosa, cabalmente, cuando corre peligro de perecer. Afirmamos la libertad, porque es susceptible cualquier día de ser suprimida. ¿Y en qué estado de cosas sufre ese concepto de libertad el riesgo de ser menospreciado?
Para el hombre primitivo no existía idea, concepto de libertad. Vivía dentro de esa libertad, que era natural en su vida, sin apreciarla ni formularla. El hombre de las primeras edades era libre y con plena libertad, sin reconocer en qué consistía. Y no lo sabía porque no había nada capaz de cohibirle; existía él y nada más. Fue preciso que surgiese una entidad que pusiese veto a sus impulsos para que se diese cuenta de esa libertad de manifestación de sus tendencias. Hasta que no aparece un conjunto de normas capaz de cohibir los movimientos espontáneos de la Naturaleza no se plantea el problema de la libertad; en suma, hasta que no hay Estado.
El Estado puede considerarse como realidad sociológica cognoscible por el método de las ciencias del "ser", de las ciencias naturales, y como complejo de normas, al que es aplicable el método de las ciencias del "debe ser", de las ciencias normativas. En el primer aspecto, la pugna entre individuo y Estado no tendría interés jurídico, se reduciría a una investigación de causalidad indiferente para el problema del "deber ser". La pugna jurídicamente, políticamente interesante, es la que se plantea entre el complejo de normas que integran el orden jurídico estatal y el individuo que, frente a esas normas, quiere afirmarse vitalmente; quiere, en términos vulgares, hacer "lo que le dé la gana".

DERECHA E IZQUIERDA

Tal pugna ha agrupado la tendencia política alrededor de dos constantes, que podemos llamar "derecha" e "izquierda".
Bajo estas expresiones externas hay escondido aleo profundo. Las esencias de estas actitudes, "derechas" e "izquierdas" podríamos resumirlas así: las "derechas" son las que consideran que el fin general del Estado justifica cualquier sacrificio individual, y que se debe subordinar cualquier interés personal al colectivo; por el contrario, las "izquierdas" ponen como primera afirmación la del individuo, y todo está supeditado a ella; lo supremo es su interés, y nada que atente contra él será considerado como lícito.
Pero, según estas definiciones, ¿sería derechista el comunismo? Porque el comunismo lo subordina todo al interés estatal; en ningún país ha existido menos libertad que en Rusia; en ninguno ha habido más sofocante opresión del Estado sobre el individuo. Pero se sabe que el fin último del comunismo es una organización sin Estado ni clase, una anarquía e igualdad perfecta. Así lo han manifestado los jefes comunistas; tras una dura etapa de rigor dictatorial, el colectivismo anarquista aproximadamente.
En las épocas chabacanas, como ésta que vivimos, se borran los perfiles de estados constantes. Y así acontece que los archiconservadores se sienten izquierdistas, es decir, individualistas, en cuanto se trata de defender sus intereses. Tanto "derechas" como "izquierdas" se entremezclan y se contradicen a sí mismas, porque se han vuelto de espaldas al espíritu fundamental de sus constantes.

LA SOBERANÍA

Pero es falso el punto de vista que coloca al individuo en oposición al Estado, y que concibe como antagónicas las soberanías de ambos. Este concepto "soberanía" ha costado mucha sangre al mundo y le seguirá costando. Porque esa "soberanía" es el principio que legitima cualquier acción nada más que por ser de quien es. Naturalmente, frente al derecho del soberano a hacer lo que quiere se alzará el del individuo a hacer lo que quiere. El pleito es así irresoluble.
En este principio descansa el absolutismo. Este sistema apareció en el Renacimiento y tuvo mejores políticos que filósofos. Estos acudieron al Derecho romano y, confirmando sobre el "dominio" privado el poder político, dieron a éste un carácter "patrimonial". El príncipe viene a ser "dueño" de su trono, y así lo que a él le plazca tiene fuerza de ley, nada más que por emanar de él: Quod príncipi placult legis habet vigorem. Digamos, entre paréntesis, que esta tesis del príncipe, este derecho divino de los reyes, nunca ha sido doctrina de la Iglesia, como sus enemigos han pretendido afirmar.
Pero era natural que frente al derecho divino de los reyes se proclamase el derecho divino del pueblo. El que dio forma expresiva a esta tesis básica de la democracia fue Rousseau en el Contrato social. Según él, todo poder procedía del pueblo y sus decisiones de voluntad se consideraban justificadas, por injustas que fuesen. AlQliod principi placuit legis habet vigorem sucede la afirmación de Jurie: "El pueblo no necesita tener razón para validar sus actos." Y el individuo sale de la tiranía de un gobernante para caer bajo la tiranía de las asambleas.

SOBERANÍA Y DESTINO

El Estado se encastilla en su soberanía: el individuo, en la suya; los dos luchan por su derecho a hacer lo que les venga en gana. El pleito no tiene solución. Pero hay una salida justa y fecunda para esta pugna si se plantea sobre bases diferentes. Desaparece ese antagonismo destructor en cuanto se concibe el problema del individuo frente al Estado, no como una competencia de poderes y derechos, sino como un cumplimiento de fines de destinos. La Patria es una unidad de destino en lo universal, y el individuo, el portador de una misión peculiar en la armonía del Estado. No caben así disputas de ningún género; el Estado no puede ser traidor a su tarea, ni el individuo puede dejar de colaborar con la suya en el orden perfecto de la vida de su nación.
El anarquismo es indefendible, porque, siendo la afirmación absoluta del individuo, al postular su bondad o conveniencia ya se hace referencia a cierto orden de cosas, el que establece la noción de lo bueno, de lo conveniente, que es lo que se negaba. El anarquismo es como el silencio: en cuanto se habla de él se le niega.
La idea del destino justificador de la existencia de una construcción (Estado o sistema), llenó la época más alta que ha gozado Europa. el siglo XIII, el siglo de Santo Tomás. Y nació en mentes de frailes. Los frailes se encararon con el poder de los reyes y les negaron ese poder en tanto no estuviera justificado por el cumplimiento de un gran fin: el bien de los súbditos.
Aceptada esta definición del ser –portador de una misión, unidad cumplidora de un destino–, florece la noble, grande y robusta concepción del "servicio". Si nadie existe sino como ejecutor de una tarea, se alcanza precisamente la personalidad, la unidad y la libertad propias "sirviendo" en la armonía total ¡Se abre una era de infinita fecundidad al lograr la armonía y la unidad de los seres! Nadie se siente doble, disperso, contradictorio entre lo que es realidad y lo que en la vida pública representa. Interviene, pues, el individuo en el Estado como cumplidor de una función, y no por medio de los partidos políticos; no como representante de una falsa soberanía, sino por tener un oficio, una familia, por pertenecer a un municipio. Si es así, a la vez que laborioso operario, depositario del poder.
Los sindicatos son cofradías profesionales, hermandades de trabajadores, pero a la vez órganos verticales en la integridad del Estado. Y al cumplir el humilde quehacer cotidiano y particular se tiene la seguridad de que se es órgano vivo e imprescindible en el cuerpo de la Patria. Se descarga así el Estado de mil menesteres que ahora innecesariamente desempeñan. Sólo se reserva los de su misión ante el mundo, ante la Historia. Ya el Estado, síntesis de tantas actividades fecundas, cuida de su destino universal. Y como el jefe es el que tiene encomendada la tarea más alta, es él el que más sirve. Coordinador de los múltiples destinos particulares, rector del rumbo de la gran nave de la Patria, es el primer servidor; es como quien encarna la más alta magistratura de la tierra, "siervo de los siervos de Dios".


Por José Antonio Primo de Rivera

CONFERENCIA PRONUNCTADA EN EL CURSO DE FORMACION ORGANIZADO POR F.E. DE LAS J.0.N.S., EL DIA 28 DE MARZO DE 1935

Extraído por SDUI de Obras Completas de José Antonio Primo de Rivera

domingo, 27 de marzo de 2016

Seamos socialistas



[...]
Seamos socialistas
Hay una diferencia fundamental entre la visión de los modelos semirrevolucionarios, que dicen que mientras las clases trabajadores y la clase obrera sigan atrasadass deben quedarse bajo tutela, pues no es razonable concederles más derechos de los que puedan ejercitar; y entre la visión revolucionaria verdadera, que dice que mientras esta clase sea la inmensa mayoría del pueblo, mientras sea ella la que construye la sociedad, quien lucha y combate cuando sobrevienen los peligros y la agresión exterior, cuando aparecen conspiraciones imperialistas, debemos habilitar todos los medios posibles para que esta clase sea capaz de ejercitar sus derechos y su libertad. Porque la clase obrera on puede llegar al nivel de capacidad y eficacia necesario para construir la revolución árabe, si no practica sus derechos con libertad. Puede  debe equivocarse para aprender con la práctica, para que surja en nuestra vida un espíritu y un calor nuevos; el calor del pueblo trabajador, el pueblo que está interesado en la independencia y la libertad, en la soberanía y en la unidad, en que se eleve el nivel de vida en nuestros países.
No podemos ser socialistas y proclamar el socialismo si limitamos el papel de la clase obrera, si lo censuramos, si lo miramos como si no fuera parte de nosotros ni nosotros parte de ella.
Somos parte de la clase obrera. Los socialistas verdaderos se consideran a sí mismos parte de la clase obrera. El verdadero gobierno socialista es el gobierno de la clase obrera, el que atiende más a las posibilidades de esta clase en el futuro que a sus defectos en el presente. El que considera lo que esta clase puede dar, forjar y crear en la vida de la nación, en el combate del destino, antes de los errores en los que pueda caer en la práctica, sus detalles y pormernores. Éste es el salto que se exige a la revolución, a la revolución árabe total y en cada una de sus regiones, porque en el pasado se detuvo a mitad de camino.
Ésta es la corrección radical y decisiva que ha de dejar su impronta en nuestra vida y nuestra actuación en los diez años próximos, para que nuestra revolución sea profunda y válida, capaz de corresponderse con los medios del enemigo y su enorme fuerza, para que así nos coloquemos en medio del camino de nuestro renacimiento.
Este salto consiste, precisamente, en cambiar la visión que se tiene del proletario y de la clase trabajadora. Reconocer primero sus derechos y exigirle después sus deberes. La clase obrera es consciente de sus responsabilidades históricas, pues no pide beneficios materiales o de consumo solamente, sino que con su instinto y conciencia nuevos siente que es la base de esta patria  de esta nación, que es ella quien va a salir a la calle, la que va a ir al frente el día del peligro. A ella pertenecen los luchadores combatientes En tiempos de paz, es ella la que construye con su sudor y esfuerzo los proyectos de desarrollo del país y de su industrialización, para llevarle del atraso al desarrollo y a la civilización.
No digo esto para que los obreros sientan orgullo y se envanezcan. No, no creo que el orgullo conozca el camino que lleva hacia nuestras clases obreras y populares. Las clases trabajadoras y populares son quienes sieten pasión por esta patria, quienes aman esta tierra; ellas son las que se sacrifican en silencio, las que en realidad creen en los valores patrióticos y humanistas, más que en el pan de cada día que luchan por conseguir.
Sacrifican de todo corazón hasta ese pedazo de pan cuando ven a su patria amenazada, sin necesitar consejos ni recomendaciones. Éstos deben dirigirse a las clases que no son capaces de valorar en qué circunstancias estamos, ni estimar que estamos amenazados en nuestra existencia como nación; ni de considerar, por tanto, que éste es un tiempo de privaciones y de preparación al combate, y que lo que debe darse a las clases populares, no es comodidad, sino los medios para que puedan construir la patria y defenderla.

Por Michel Aflaq, fundador del patido Ba'ath. 

Extraído por SDUI de El punto de partida

martes, 22 de marzo de 2016

Una cruz, unos valores



Tras el atentado en Bruselas vuelven a saltar las alarmas en Europa. Unas alarmas que, como de costumbre, llevarán a absurdas y tibias medidas que no pondrán fin al periodo de terror sembrado por el Estado Islámico. La absoluta complicidad de los poderes públicos hace posible que estos acontecimientos sucedan e imposibilita el ponerles fin.

Mientras los europeos mueren, los “refugiados” siguen entrando en masa y las políticas de defensa y seguridad delineadas desde Bruselas son causa de mofa en Al Raqa. Además, cada delito llevado a cabo por musulmanes es silenciado desde el poder, o al menos eso se intenta (véanse las violaciones o las palizas en Alemania). 

Esta situación pone de manifiesto la ineficacia de la Unión y la trágica y absoluta pérdida de valores sobre los que se construyó la civilización occidental, que no Europa. Porque como muy bien explica Elías de Tejada, Europa nació de la ruptura religiosa de Lutero, la ruptura ética de Maquiavelo, la ruptura política de Bodino, la ruptura jurídica de Hobbes y la ruptura social de la Paz de Westfalia, desembocando estos hechos en los procesos revolucionarios. 
Sin embargo, la civilización occidental sí se cimenta sobre el cristianismo, la filosofía griega y el derecho romano, y la Historia nos recuerda que, cuando una civilización reniega de sus orígenes, está condenada a la desaparición.

Los guardianes de la corrección política llevan años imponiéndonos el dogma multicultural, tratando de hacernos ver que no hay sociedad más perfecta que en la que conviven personas de diverso origen, creencia y cosmovisión tan solo para conseguir sus objetivos: reducir los salarios, destruir nuestra identidad y llevar a cabo un exhaustivo control de las personas privándonos de toda libertad. En la gran mayoría es indudable que este dogma ha calado pero algunos, unos pocos, nos mantenemos reacios a aceptarlo, y aún portamos con nosotros una cruz, unos valores eternos, símbolo de que no habrá rendición. 


Por Hermann Boho

viernes, 18 de marzo de 2016

La Técnica, devoradora de hombres



La eclosión del individualismo y el perfeccionamiento de la técnica conforman dos fenómenos paralelos. En un principio, de una forma apenas perceptible, tímida, el hombre corre —ingenuamente— el velo que cubría los secretos sin que ello le cueste la vida. Y descubre cosas impensables. Aquello que era misterioso pasa a ser de orden natural y explicable. No tuvo respeto por lo desconocido y esa falta de respeto dio frutos. Los éxitos obtenidos le espolearon a seguir. Su escrutadora mirada se dirigía al fondo de las cosas. Completa experimentos e investigaciones. Pero todo nuevo conocimiento constituye una nueva servidumbre impuesta a la naturaleza. El perfeccionamiento acrecienta el rendimiento general. El aumento de bienes de consumo y el atractivo de las ilimitadas posibilidades que ello conlleva exigen un cambio de organización económica. A un determinado estadio del desarrollo técnico corresponde siempre una forma pa rticular de estructura económica. El individuo quema etapas. La sensación de superioridad y la seguridad en sus propias fuerzas se consolidan. Pone en discusión las relaciones tradicionales y llega a la conclusión de que, dado lo avanzado de sus conocimientos, aquéllas carecen de justificación. Se revuelve, vence finalmente la partida y transforma los vínculos sociales.
La tendencia al rechazo de todo límite señala, en suma, esta evolución. La técnica está ya a la altura de todas las manifestaciones humanas. La producción industrial excita un desmesurado crecimiento. El individuo se siente libre. Por principio, ya no reconoce barrera alguna. Reglas, orden y armonía no surgen de las cosas. En la medida en que aún se respetan las fronteras, ello se acepta desde un mero punto de vista externo; esto es, desde el punto de vista de la pura conveniencia. La técnica vuelve su mirada hacia otro objetivo cuando su actividad resulta baldía. Tiene necesidad de capitales puestos a su disposición con la esperanza de obtener los correspondientes intereses. La producción de bienes está regulada desde la perspectiva del provecho. Cuando existen oportunidades de beneficio, los capitales afluyen. Cuanto más trabaja el capital, más se expande el reino de los hombres sobre lo que les rodea. En general, el individuo utiliza su libertad en la medida en que obtiene frutos. Tanto más “libre” en cuanto que es poseedor de un capital, que es “rico”.
A fin de cuentas, la intensidad del proceso de desarrollo económico y técnico se nos muestra como una simple función del beneficio del capital previamente destinado a inversión. Además, la importancia social del individuo no será otra que el indicador de beneficios que sea capaz de conseguir; esto es, su renta. Como consecuencia de ello, el dinero pasará a convertirse en la medida de todo. El moderno reino del dinero es la forma constitucional de la política de poder que corresponde a la edad de la técnica. El sistema de provisión de bienes de consumo gracias a la sociedad del individuo, se basa en la economía capitalista. El individualismo es la expresión de su desarrollo moral ymental.
La técnica, al remover por doquier las barreras impuestas a la capacidad humana que reprimen las fuentes de su energía natural, abre las puertas a transformaciones de gran calado. Acorta distancias, nos acerca a lo lejano y hace accesible la tierra. En esta atmósfera florecen metrópolis, imperios, producciones en serie, monopolios económicos y organizaciones multinacionales. El individuo, que comienza a sentirse como en su propia casa, entre sus obras y construcciones, entre sus máquinas, sus instrumentos y sus ondas invisibles, acaba por pensar con mentalidad continental, y a la larga, en términos de universo.
II
Cuando ya no quedan enigmas por desvelar, por explicar, ya no ha lugar ni siquiera al respeto. La veneración por los santos cristaliza, convirtiéndose en una simple convención. Aunque el individuo se persigne como hábito, creer en lo sagrado se ha convertido en una forma de engañarse a sí mismo. El sentido del rango y de la distancia social se extinguen. El individuo se convierte en un ser democrático que se sitúa a un mismo nivel con quienes le rodean. Se tienden la mano a fuerzas capaces de hacer saltar el universo. Y se las bordea todos los días. Los niños juegan con los astros. Se conoce y se sabe todo. Nada inspira ya reverencia. Todo es situado ante los focos de los proyectores más perfeccionados.
No sentir respeto, ser atrevido, significa no conocer límites. Pero quien no conoce límites ignora qué es responsabilidad. Gira el mundo y el hombre abandona a la propia suerte aquello que le era propio, la galaxia de sus orígenes, los lugares de la infancia: suceda lo que suceda. Va más allá de lo consentido y todo paso se convierte en un acto de profanación y destrucción. Mudando las fronteras, hiere todo aquello que se ha desarrollado de forma orgánica, por la sencilla razón de que lo orgánico es limitado. Los límites son la cárcel de la vida. Demoliéndolos, pretende recuperar sustancia viva. Pero la técnica viola la naturaleza, aunque ello carezca en principio de importancia. El progreso técnico desgarra la naturaleza, que tiene sus propias leyes, un palmo de tierra tras otro. Lo que para la técnica es un triunfo, para la naturaleza es saqueo y violencia. La t&ea cute;cnica, al remover poco a poco los límites fijados por la naturaleza, acaba por destruir la vida. La máquina suplanta al organismo, que sí posee un sentido. La función de la máquina consiste en dar un rendimiento calculable. El sentido de lo orgánico requiere, por contra, la realización en una existencia. La técnica abusa siempre del respeto por la vida. Devora a los hombres y todo aquello que es humano. Aquélla se calienta con los cuerpos y la sangre es su líquido refrigerador. En consecuencia, en la era de la técnica, la guerra asume la forma de una mortífera carnicería. El individuo, conquistado para el espíritu de la técnica, preso y ávido de récords, posee las más perfeccionadas armas de aniquilación. Lanza sin pestañear bombas de gas tóxico y no le produce escrúpulo asfixiar a miles de mujeres y niños en la retaguardia enemiga. La concepción de la guerra moderna se nos muestra de una manera tan formidable como terrible en el genio mortífero de la técnica. En su apogeo, su capacidad de destrucción es tal que, en un determinado momento, podrá exterminar rápida y radicalmente cualquier ser viviente allá donde se encuentre.
III
Naturalmente, esta terrible revelación se muestra sólo al final. El espíritu de la técnica revela su propia naturaleza con una violencia tal cuando ya ha penetrado toda existencia y sometido toda resistencia. Antes de poder extender los pliegues tóxicos de su furor homicida sobre todo lo vivo, es menester que supere varias etapas en su propagación.
En el ámbito más íntimo, en la más pequeña célula, en cada individuo, el espíritu de la técnica inicia su propia labor, secreta y subterránea, de destrucción de la substancia viva. La pérdida de dicha substancia conduce a la proletarización, cuya consecuencia final no es otra que el obrero especializado. En pocas horas, éste aprende el manejo rudimentario de las máquinas y, gracias a ello, puede ser utilizado y cambiado de puesto, sin apenas preparación, en cualesquiera ramas de la producción. El proletariado no tiene una esfera de trabajo bien definida, no precisa de una particular actitud que lo diferencie y dé un sentido a su vida. No es nada en sí y para sí. Es un ser anónimo, móvil e intercambiable. Es una función de la máquina, una pequeña cantidad de energía en el seno del vasto proceso de la producción. Entre él y el bien producido hay exclusivamente una relación de causa-efecto. Entre él y las cosas no se crea en absoluto una trabazónpsicológica, cuya profundidad y abundancia constituye la riqueza del alma humana. Él tan sólo vende su potencial laboral. Cercano está el tiempo en que no habrá más que su fuerza-trabajo. Esta carencia de relaciones psicológicas conlleva una falta de responsabilidad. El proletario se siente poco responsable del sentido de su trabajo en la medida en que el patrón no se hace cargo de la suerte de sus empleados.
La producción artesanal fue la primera en caer bajo el dominio de la técnica. El declive del artesanado ha sido la consecuencia inevitable. El artesano ha acabado por convertirse en un trabajador. Los maestros artesanos combatieron desesperada y vanamente contra esta decadencia.
Asimismo, somos cautivos de todo un proceso de mecanización de la agricultura. El drama vivido por el artesanado se repite en el mundo agrario. Es verdad que la intervención de la maquinaria agrícola que se apresta a segar la independencia del campesino europeo aparece ya en 1833. Pero hasta ahora no había sido utilizada contra el agricultor. Los animales de tiro no le daban opción. En relativamente pocos años el instrumento de tracción que le era necesario, el “tractor”, ha sido construido. De ahora en adelante, ha dado comienzo la transformación total de la agricultura. En América del norte y del sur, en Australia, ya se usa la maquinaria agrícola. El costo de producción del grano ha bajado a más de la mitad. El farmer ha suplantado al campesino, tal y como sucedió con el trabajador respecto al artesano. Elfarmer es un campesino proletarizado. Las estructuras de la ag ricultura cambian. El campesino retrocede. Las bases de su existencia libre han sufrido una gran sacudida. Se somete. La técnica lo ha cazado en su propio terreno. El campo pasa a ser un sueño romántico como el templo para el artesano. Ninguna política aduanera puede frenar este proceso. El Crédito Financiero Internacional, fundado el 3 de marzo [de 1931] en Basilea, hará tarde o temprano su labor contra los campesinos, como un ángel exterminador. No será sino la punta de lanza del espíritu de la técnica en el ámbito de nuestra agricultura alemana. El campesino autónomo está a punto de desaparecer.
Con la disgregación de los oficios, todas las formas tradicionales de vida están transformándose. En la medida en que el hombre cesa de ser o representar algo por sí mismo, se convierte en un ser público, que encontrará su comodidad en todas partes y en ningún sitio. Al final, esta metamorfosis consolidará los fundamentos del Estado. Pierde éste su carácter orgánico, siguiendo sus propias leyes. Se convierte en parte integrante de un espacio económico más amplio, cuyas ramas de producción son racionalizadas según las normas impuestas por las últimas conquistas de la propia técnica.
El hombre ha partido a la conquista de la naturaleza. No percibe que pisoteando la naturaleza se destruye en la medida en que forma parte de la misma. En el clima frío de la técnica, las últimas reservas biológicas se fosilizan. La energía natural de reproducción y de crecimiento se agota. Y así es como la naturaleza se venga: castiga el estupro que la técnica ha cometido induciéndola al suicidio. La técnica festejará su victoria sobre montañas de cadáveres hasta el día en que sucumba bajo su peso.
IV
Las doctrinas y teorías, los programas y dogmas, de los que se sirve el movimiento histórico para darse a conocer en el planeta, no son ni importantes ni decisivos en sí. Aunque no se conozca el contenido, ello no significa que no captemos su esencia, su sentido y su verdadera misión histórica. Solo quien es capaz de observar, más allá de la letra de la teoría, los movimientos subterráneos que aspiran a transformaciones substanciales, es capaz de aprehender los cambios radicales del mundo.
El marxismo es algo más que una bandera roja, un movimiento que permite arrastrar a las masas, incultas y poco exigentes, haciéndolas entrar en una suerte de ciega agitación. El marxismo es el presentimiento de las cosas que suceden. Ciertamente, no lo es en el sentido de poder mostrar lo que será a la luz de su realidad futura. Pero, en cierto sentido, sí conforma una suerte de idealización del futuro. Marx ha sido un profeta que ha transformado un destino cruel y una necesidad opresora en una religión salvadora. Sin duda alguna, alberga en sí el espíritu de la técnica. Fue el pionero y anunció la mecanización de la vida. Aceleró dicho proceso dando esperanza a los destinados a ser víctimas. Convirtió en fe una maldición. Así, se esperaba con impaciencia el paraíso que estaba destinado, en realidad, a convertirse en su infierno. Esta locura autodestructiva fu e provocada con la ayuda del pensamiento del filósofo alemán Hegel. El dinamismo dialéctico fue la fórmula mágica del gran brujo. Bajo su luz sobrenatural se produjo la transvaloración de la vía sin piedad del progreso técnico en un camino de gracia hacia la salvación. Era necesario acelerar al máximo la mecanización, la racionalización, la concentración y la proletarización. Era el único modo para llegar a la “expropiación de los expropiadores”. En el seno de la sociedad capitalista se barrunta la maduración del fruto de la bienaventuranza socialista. La fuerza persuasiva de la dinámica dialéctica se debía al hecho de que la idea parecía ser cualquier cosa además de un divertido juego que se hacía reconocible como la imagen fiel de una realidad futura. Los muros y los engranajes del matadero brillaban a lo lejos, empero, entre brumas sangui nolentas, como una aurora. Su perfil se parece al de un castillo encantado. Irresistiblemente atrae a sus víctimas, que además tienen prisa por llegar a su objetivo.
El antimarxismo no es, en absoluto, una fuerza que frene, que ofrezca soluciones. Se trata, antes al contrario, de una protesta de quienes, aprovechando la mecanización del mundo, temen por sus privilegios cuando alguna voz contestataria se alza. Dicho de otro modo: el antimarxismo no es el miedo a las consecuencias, sino el miedo a ser explicadas con claridad. El marxismo forja ilusiones y provoca entusiasmos en lugar de crear recelos. El antimarxismo, por el contrario, es hipócrita. Lanza acusaciones mientras se aprovecha claramente de la situación y la favorece entre bastidores. Pero por la fuerza de su desarrollo, la humanidad se deja llevar por la corriente. El viento de la historia lleva en sí vórtices lejanos. La sombra de los despojos amenazantes se dibuja en el horizonte. El marxismo los saluda desde su posición afortunada, mientras el antimarxismo trata de anclarse y ponerse a resguardo; trata de asegurarse la exclusiva. En consecuencia, e mplea todos los medios para que la humanidad, arrastrada por la corriente, trate de resguardarse. El marxismo aprovecha el sentido de la historia y acelera con furia. La doctrina marxista, sin embargo, es ingenua. Glorifica el progreso que saciará a sus adeptos. Y el antimarxismo es pura hipocresía: loa los viejos templos mientras los saquea y aprovecha los tiempos modernos en su exclusivo provecho.
V
La fundamentación individualista está en la base del desarrollo técnico que se expresa obviamente en el hecho de que la dirección de todos los organismos, racionalmente estructurados, interdependientes los unos de los otros, se encuentra en manos de un reducido grupo de personas. Esta minoría, que no conoce otros intereses fuera de sí, ignora todo tipo de responsabilidades de orden metafísico y piensa exclusivamente en términos de conveniencia. Sus componentes conforman la función técnica del sistema económico, mientras que las masas conforman la función técnica de las máquinas que manipulan. En Des Tieres Fall (Georg Müller), la genial visión técnica del futuro de Reck-Malleczewen, el personaje Grant es un formidable símbolo de estos “señores del mundo” que la técnica ha llevado al poder. Sojuzgado por el ritmo y la fuerza de la má ;quina que ha inventado, obsesionado por la técnica al tiempo que rechaza la vida, se ha convertido en un gran constructor y en un miserable. Hecatombe de cuerpos humanos. Cantidades ingentes de sustancia biológica derrochada. Comunidad orgánica que se volatiliza. La fraternidad humana se lleva a cabo bajo la forma de un inmenso rebaño de proletarios a cuya cabeza se encuentran unos jefes con un corazón de hielo.
¿Será este el porvenir del mundo americano-europeo, del mundo occidental? El hombre occidental, armado de técnicas para someter elorden natural, deberá expiar su crimen sometiéndose a las leyes de la técnica, capaces de triturar todo atisbo de vida.
No es posible parar la ruta victoriosa de la técnica. Los pueblos “atrasados” se sitúan en una posición de dependencia, de tal modo que caen en el juego de las naciones “industrialmente más avanzadas”. En estos últimos años, alguno de estos pueblos, hasta hoy “subdesarrollados”, se han posicionado frente a tal estado de cosas. Los primeros en darse cuenta del peligro han sido los rusos, a los que han seguido turcos y chinos.
Dado el carácter particular de tales pueblos, la situación ha cambiado completamente, produciéndose formas de desarrollo autónomas. Estos pueblos —Rusia a la cabeza— no se limitan a imitar a Occidente. No han asimilado ni su mentalidad ni su manera de ser, haciendo abstracción de sí mismos.
Rusia, como China y Turquía, naciones relativamente jóvenes, ha entrado en contacto con la técnica. Pero el resultado ha sido sorprendente. El pueblo ruso puede aún oponer al constreñimiento de la mecanización su propio peso y una gran fuerza plástica y orgánica. No ha usado su propia sustancia viva sacrificándola al perfeccionamiento del aparato técnico. Se subordinó la técnica en lugar de hacer lo contrario. El poder de la materia orgánica reina sobre el proceso de mecanización, mostrando el camino y la meta, avanzando al mismo tiempo que se seguían las propias normas. Era un poder impregnado de la instintiva sabiduría de la sustancia biológica del pueblo ruso. Esta potencia orgánica ha sido valorada por el Estado ruso y por la autoridad que ejercita. Con mucha energía, mano firme y sin titubeos, se han hecho sólo las concesiones inevita bles al espíritu de la técnica. Ello ha traído consecuencias concretas, de forma corajuda e imperturbable, sabiendo rechazar otros aspectos negativos. El colectivismo se ha llevado a la agricultura, antes que nada, como el sacrificio que era necesario asumir, considerando los efectos revolucionarios que se derivaban de la mecanización. Este acto arbitrario, que eliminaba todo razonamiento ilusorio, permite hoy una autoridad sobre cualesquiera decisiones futuras.
Situando un poder organizativo vivo sobre toda tendencia mecánica de la técnica, la mecanización de Rusia puede llevarse a término bajo las reglas del colectivismo. El empuje individualista del espíritu técnico ha sido frenado y hecho añicos. Nada queda al arbitrio de una minoría anónima. El Estado navega viento en popa. El principio individualista de la técnica está, pues, en absoluta contradicción con la forma colectivista de la vida en Rusia. El arriesgado trabajo de los ingenieros es un buen testimonio de esta oposición. El colectivismo es la forma social que la voluntad orgánica debe adoptar si quiere afirmarse frente a la influencia mortífera de la técnica y limitarla a su mínima expresión. Rusia conservará esta forma de vida colectivista hasta que tenga suficientes reservas de fuerzas vitales capaces de poner freno a las peligrosas tenden cias de la técnica. El odio que América y Europa dispensan a Rusia es la protesta del espíritu técnico-individualista que choca contra las barreras de autodefensa orgánicas que impiden completar su labor de destrucción biológica. El mundo occidental, en su irresponsabilidad individualista, se siente afrentado y provocado por la existencia de un pueblo que se ha impuesto a través de la severa disciplina de la responsabilidad. El demonio de la técnica se siente defraudado: le hubiera gustado que la humanidad entera se inmolara a los pies de su altar. Se retuerce de rabia porque los pueblos del Este no se han puesto a su servicio, obedeciendo a su genio particular. Los sacerdotes católicos, los pastores protestantes y los apóstoles de la civilización hacen de coro a los horribles gruñidos de este demonio.

Por Ernst Niekisch

Extraído por SDUI de Este y Oeste y otros artículos Nacional-Bolchevique (Ediciones Nueva República)

domingo, 13 de marzo de 2016

El viejo ideal carlista



Fin de la Tercera Guerra Carlista

[Cánovas] Sustituyó la guerra abierta por la intriga. Ofreció a los jefes honores, empleos y hasta dinero. Se valió hasta del encanto femenino de una dama inglesa que, casada con uno de los más famosos jefes carlistas, Cabrera, logró apoderarse del ánimo ya viejo y cansado de su marido. Éste reconoció a  Don Alfonso XII y su abandono del ideal carlista causó enorme sensación. Sus amigos, los «cabreristas», fueron empleados por Cánovas como agentes para introducir en el campo de Don Carlos la desunión y el desaliento.

Sin embargo, muchos permanecieron inflexibles y leales al ideal. Y el mismo Don Carlos, al verse obligado a cruzar la frontera hacia Francia, proclamó que plegaba su bandera, pero que «jamás se prestaría a convenios deshonrosos y desleales»... Era el viejo ideal español, puro, espiritualista, el que se replegaba. Quedaban enfrente, vencedores del momento, un político dominado de ideas inglesas y un viejo jefe carlista vencido por una inglesa guapa. Era la victoria de otro mundo práctico y cómodo: de «buenas formas» y fondos peligrosos.

La llama viva

Pero no se crea por eso que había sido inútil aquella sublime terquedad del ideal carlista. Se retiraba de los campos, pero no del alma de España, donde su fuego sagrado había quedado vivo para siempre. Gracias a él hubo ya en todo momento dentro de la política y el pensamiento español un nivel de máxima altura que quedaba ahí como una aspiración no satisfecha. Gracias a él, nunca dejaron de sonar en España voces de advertencia que recordaban la Tradición y señalaban el camino verdadero.

El mismo general Martínez Campos, el que se rebeló por Don Alfonso XII, viendo las complacencias de Cánovas […], solía decir que él llevaba «tres cuartas partes de boina carlista». Desde entonces, todos los que han procurado salvar a España de la mala pendiente […], han sido hombres influidos por el ideal de la Tradición, que se quedaban cortos y a mitad de camino y por influjo del ambiente o la época. […]. El fuego sagrado, la llama ideal, estaba ahí, viva siempre. Pero a todos les faltaba el cuarto de boina de Martínez Campos.

Por José María Pemán

Extraído por SDUI de: La historia de España contada con sencillez

sábado, 5 de marzo de 2016

Parálisis progresiva



«De parálisis progresiva califica El Liberal la enfermedad que padece España, y presiente para lo futuro una convulsión o una parálisis definitiva.

»Parálisis... Nos place la palabra. No de otra suerte puede calificarse ese amortiguamiento continuado de la vida colectiva nacional, que ha disuelto virtualmente en veinte años los partidos políticos, haciendo de sus programas entretenido juego de caciques.

»Parálisis... Así se explica la espantosa indiferencia del país hacia los negocios públicos..., la abstención del cuerpo electoral..., el desprecio de los lectores de periódico hacia el artículo político..., la sola lectura del telegrama y de la gacetilla, como si roto el cordón umbilical entre la nación y el ciudadano, cuantos fenómenos afecten a aquélla no interesaran a éste de otro modo que la ficticia trama de una comedia al público de un teatro.

»Parálisis intelectual reflejada en las librerías atestadas de volúmenes sin salida, en las cátedras regentadas por ignaros profesores interinos, en los periódicos vacíos de ideas y repletos de frases hechas, escritos por el hampa social que lanza al arroyo la lucha por la vida, en los teatros, donde sólo las estulticias del género chico atraen a un público incapaz de saborear la profundidad de un pensamiento..., parálisis bien simbolizada por esa Biblioteca Nacional en donde sólo encontré ayer a un anciano tomando notas de un libro de cocina de Ángel Muro.

»Parálisis moral, evidenciada en esos abonos increíbles para las corridas de toros; parálisis moral que inventa, en tanto se extiende el hambre en las comarcas andaluzas y doscientos mil hermanos nuestros mueren de anemia en climas tropicales, los cigarrillos del Khedive de dos, tres y cinco pesetas cajetilla, para que encuentren modo de gastarse sus rentas los accionistas de la Trasatlántica y del Banco.

»Parálisis imaginativa, que ha dado al traste con los entusiasmos y los ensueños de la raza.

»Y para esperanza de curación, una juventud universitaria, sin ideas, sin pena ni gloria, tan bien adaptada a este ambiente de profunda depresión, que no parece sino que su alma está en el Limbo; ni siente ni padece.

»Pero no tema El Liberal que tan penosa enfermedad se desenlace en horribles convulsiones. Son ya tan hondos sus progresos que se ha llevado, no tan sólo la esperanza, sino hasta el deseo de curar.
»España prefiere su carrito de paralítica, llevado atrás y adelante por el vaivén de los sucesos ciegos, al rudo trabajo de rehacer su voluntad y enderezarse.

»Para serla agradable, no turbemos su egoísmo de enferma con vanos reproches y aunque la enfermedad acrezca... ¡silencio!... ni una palabra.
»Dejémosla dormir; dejémosla morir.
»Cuando apunte otra España nueva, ¡enterremos alegremente a la que hoy agoniza!»


Por Ramiro de Maeztu en Hacia otra España, Madrid, abril de 1897

miércoles, 2 de marzo de 2016

Escritos Futuristas



Manifiesto Futurista (Le Figaro, 20 de febrero de 1909)

1.       Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.
2.       El coraje, la audacia, la rebelión, serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3.       La literatura exaltó, hasta hoy, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso de corrida, el salto mortal, el cachetazo y el puñetazo.
4.       Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la Victoria de Samotracia.
5.       Queremos ensalzar al hombre que lleva el volante, cuya lanza ideal atraviesa la tierra, lanzada también ella a la carrera, sobre el circuito de su órbita.
6.       Es necesario que el poeta se prodigue, con ardor, boato y liberalidad, para aumentar el fervor entusiasta de los elementos primordiales.
7.       No existe belleza alguna si no es en la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser una obra maestra. La poesía debe ser concebida como un asalto violento contra las fuerzas desconocidas, para forzarlas a postrarse ante el hombre.
8.       ¡Nos encontramos sobre el promontorio más elevado de los siglos!... ¿Por qué deberíamos cuidarnos las espaldas, si queremos derribar las misteriosas puertas de lo imposible? El Tiempo y el Espacio murieron ayer. Nosotros vivimos ya en el absoluto, porque hemos creado ya la eterna velocidad omnipresente.
9.      Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo– el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales se muere y el desprecio de la mujer.
10.   Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y contra toda vileza oportunista y utilitaria.
11.   Nosotros cantaremos a las grandes multitudes que el trabajo agita, por el placer o por la revuelta: cantaremos a las mareas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas; cantaremos al febril fervor nocturno de los arsenales y de los astilleros incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas devoradoras de serpientes que humean, en las fábricas colgadas en las nubes por los hilos de sus humaredas; en los puentes parecidos a gimnastas gigantes que salvan los ríos brillando al sol como cuchillos centelleantes; en los barcos de vapor Es desde Italia donde lanzaremos al mundo este manifiesto nuestro de violencia atropelladora e aventureros que huelen el horizonte, en las locomotoras de pecho ancho que pisan los raíles como enormes caballos de acero embridados de tubos y al vuelo resbaladizo de los aviones cuya hélice cruje al viento como una bandera y parece que aplauda como una loca demasiado entusiasta.incendiaria, con el cual fundamos hoy el FUTURISMO, porque queremos liberar este país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios. Ya durante demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de antiguallas. Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la cubren toda de cementerios innumerables.

Por Filippo Tommaso Marinetti


Manifiesto sobre la guerra colonial de Etiopía

         Desde hace veintisiete años nos estamos alzando los futuristas en contra de que se considere la a la guerra antiestética… Por ello mismo afirmamos: la guerra es bella, porque, gracias a las máscaras de gas, al terrorífico megáfono, a los lanzallamas y a las tanquetas, funda la soberanía del hombre sobre la maquina subyugada. La guerra es bella, porque inaugura el sueño de la metalización del cuerpo humano. La guerra es bella, ya que enriquece las praderas florecidas con las orquídeas de fuego de las ametralladoras. La guerra es bella, ya que reúne en una sinfonía los tiroteos, los cañazos, los altos de fuego, los perfumes y los olores de la descomposición. La guerra es bella, ya que crea arquitecturas nuevas como la de los tanques, la de las escuadrillas formadas geométricamente, la de los espirales de humo en las aldeas incendiadas y muchas otras…¡Poetas y artistas futuristas… acordaos de estos principios fundamentales de una estética de la guerra para que iluminen vuestro combate por una nueva poesía, por unas artes plásticas nuevas!

Por Filippo Tommaso Marinetti




Poeta y Obrero

          Somos parejos.
       Compañeros, dentro de la masa obrera.
       Proletarios de cuerpo y de alma.
       Solo juntos hermosearemos el mundo
       Y lo impulsaremos con himnos.

Por Vladimir Mayakovski


Sólo quiero milagros

          Lo difícil no es morir,
sino seguir viviendo.
..................................


Jamás comprenderéis
por qué yo,
tranquilo,
entre el vendaval de burlas.
Llevo en un plato el alma
al festín de los años futuros.
Por el carrillo rasposo de las calles,
resbalando como lágrima inútil,
yo,
quizá sea
el último poeta.
¿Habéis visto?
En las avenidas pedregosas
se contonea
la cara listada de la abulia ahorcada,
y sobre la cerviz espumajosa
de los ríos veloces
retuercen los puentes sus brazos de hierro.
El cielo llora
desconsolado,
sonoro;
una nubecilla
una mueca en la comisura de los labios
parece una mujer que esperaba un niño
y Dios le dio un idiota tuerto.
Con dedos rollizos, cubierto de vello rojo,
el sol acarició con la insistencia del tábano
vuestras almas fueron esclavizadas a besos.
Yo, intrépido,
mantuve en los siglos el odio a los rayos de día;
con el alma tensa, como nervios de cable,
soy
el rey de las lámparas.
Vengan a mí
los que rasgaron el silencio,
los aullaron
cuando el dogal del mediodía apretó,
les mostraré,
con palabras
sencillas,. Como un mugido,
nuestras nuevas almas,
zumbantes,
como arcos de lámparas.
Apenas toque con los dedos vuestra cabeza
os crecerán los labios
para enormes besos
y una lengua
afín a todos los pueblos.
Yo, con el lama renqueante,
me retiraré a mi trono
con agujeros de estrellas en las bóvedas gastadas.
Me acostaré
luminoso
con ropas hechas de indolencia
sobre el blando lecho de estiércol legítimo
y silencioso,
besando las rodillas de las traviesas
me abrazará por el cuello la rueda de un tren.

Sólo quiero milagros.

Por Vladimir Mayakovski



La Flauta del Espinazo

          Por todas
las que me gustaron o me gustan,
guardadas como imagen guardados en la cueva del alma,
igual que la copa de vino en un brindis,
alzaré mi cráneo colmado de versos.


Pienso más y más
si no sería mejor poner
un punto con bala a mi final.
Hoy,
por si acaso,
doy un concierto de despedida.

¡Memoria!
Junta en la sala de la frente
los turnos incontables, mis amores.
Trasiega la risa de un ojo a otro,
adorna la noche con sartas de pasadas bodas.
Que nadie olvide esta noche:
hoy tocaré la flauta
en mi propio espinazo.


1

Las lenguas de las calles aplasto con los pasos
¿Adónde ir, consumiendo este infierno?
¿Qué celeste Hoffmann
te inventó, maldita?

A la borrasca del gozo las calles le quedan estrechas.
Del día festivo salen y salen, acicalados todos.
Yo pienso.
Pensamientos, coágulos,
malsanos, espesos, me escurren del cráneo.


Yo,
obrador de todo lo festivo,
yo no tengo con quien ir a celebrar.
Ahora mismo me caeré de espaldas,
me saltarán los sesos en las piedras del Nevski.

He blasfemado, sí,
voceado que no hay Dios;
pero Dios, de las honduras infernales sacó
a la que estremecería las montañas
subió y ordenó:
¡Quiérela!


Dios está contento.
Bajo el cielo, en un candil,
un hombre agotado , se apaga.
Dios se frota las manitas.
Piensa Dios:
-¡Ya veras, Vladímir!

A él, sí, a él,
para que no adivinase quién eras,
se le ocurrió darte marido de verdad
y en el piano poner humanas notas.

Si alguien se deslizara de pronto a la puerta de la alcoba,
si hiciera el signo de la cruz sobre la colcha y
tú y él,
lo sé:
olería a lana quemada,
como azufre humearía la carne del diablo.


Pero en vez de eso, hasta que fue mañana,
de horror, que te llevaban a quererte,
anduve errante,
y gritos en líneas tallaba,
joyero loco a medias ya.

¡Jugar con los naipes!
¡Con vino
enjuagarte el gaznate al corazón devuelto en un


¡No me haces falta!
¡No quiero!
Da igual;

que pronto me iré al carajo.


Si es verdad que existes tú,
Dios,
Dios mío;
si la alfombra de estrellas por ti fue tejida;
si este dolor
multiplicado cada día
es la tortura que mandas, Señor,
cuélgate la cadena de juez.
Espera mi visita.
Soy puntual,
no tardo nada.
¡Escucha,
supremo inquisidor!
Me sellaré la boca;
ni un grito escapará de mis labios mordidos.
Átame a cometas como a colas caballunas,
y que me arrastren
desgarrándome entre los dientes de las estrellas.


O sí no,:
cuando mi alma se vaya
pasmón enfurruñado,

alza la Vía Láctea como una horca,
préndeme y cuélgame: delincuente.

Haz lo que quieras.
Si quieres, descuartízame.
Yo mismo a ti, justiciero, las manos te lavaré.




Pero
-¿me oyes?-
¡llévate a la maldita esa
que has hecho mi amada!


Las lenguas de las calles aplasto con los pasos
¿Adónde ir, consumiendo este infierno?
¿Qué celeste Hoffmann
te inventó, maldita?


2


El cielo,
olvidando su azul entre los humos,
las nubes, prófugas en jirones,
amanecen en mi último amor,
animado como el rubor de un tísico.

Gustoso acallaré el rugido
de la multitud,
olvidados hogar y bienestar.
¡Escuchad!
¡Salid de las trincheras!
ya seguiréis luchando.


Aun si
revolcándose en sangre, como un Baco,
cunde la batalla ebria,
aun entonces no están gastadas las palabras del amor.

Queridos alemanes!
Yo sé
que está en vuestros labios
la Gretchen de Goethe.
El francés
sonriendo muere en la bayoneta,
el aviador también sonríe y se desploma
si recuerdan
en el beso la boca
tuya, Traviata.

.

Mas no estoy para esa pulpa de carne rosada
que siglos han mascado.
¡ Rendíos Hoy a nuestros pies!
A ti te canto,
pintada,
pelirroja.

Tal vez de estos días,
dolorosos, como filos de bayonetas,
cuando a los siglos les blanqueen las barbas,
sólo quedaremos

y yo,
lanzado tras de ti de ciudad en ciudad.

Esposada más allá del mar,
te ocultas en la madriguera de la noche,
mis besos te llegaran entre las nieblas de Londres
en los labios lucientes de los faroles.

En el ardor del desierto,
donde acechan leones extenderás caravanas
y tú,
bajo el polvo que levanta el viento
sentirás mi quemante mejilla de Sahara.


Envainada la risa en la boca
mirarás:
-¡Qué gran torero!
Y yo de pronto
te lanzaré al tendido los celos
desde el ojo moribundo del toro.


Si te lleva al puente tu paso perdido
y piensas
que el río es hermoso,
seré yo,
que bajo el puente, disfrazado de Sena,
te llamo
con una mueca de dientes cariados.

EN el fuego de caballos trotones quemaras con otro
la Strelka, el Sokol'niki:
yo, desde arriba, encaramado
seré como la luna atormentadora, impaciente y desnuda.


Soy fuerte;
me necesitan
para mandarme:
-¡Muere en la guerra!
Lo último será
tu nombre
cuajado en el labio deshecho por la bala.



¿Acabaré en un trono?
¿En Santa Elena?
Montando las oleadas de la vida en tormenta
soy, igual aspirante
al dominio del mundo
y
al grillete.


Me tocará ser zar:
tu perfil
en el oro soleado de mis monedas
ordenaré a mi pueblo:
-¡Estampadla!


Pero allá,
donde el mundo se disuelve en tundra,
donde con el viento norte trafica con el río,
en la cadena rgrabaré un nombre: ¡Lilia!
para besarlo en la tiniebla del presidio.

¡Escuchen pues, los que olvidan que el cielo es azul,
erizados
como fieras!
Éste, acaso,
es el amor último del mundo,
amaneciendo como el carmín de un tísico.



3


Olvidaré año, el día, la fecha.

Me encerraré a solas con este papel.
¡Nace con sufrimiento de palabras lúcidas,
magia más que humana!

Hoy llegué de visita;
sentí
algo mal en la casa.
Y qué ocultabas en tu vestido de seda.
Olía a incienso en el aire.

-¿ Estás contenta?
Tú, frío:
---”Mucho”.
El muro de la razón turbada se derrumba,
y yo, ardiendo en fiebre, acumulando angustia.



Escucha,
da igual:
no ocultarás un cadáver
-¡atroz palabra, lava en la cabeza!-
Da igual:
cada músculo tuyo
como por una bocina
lo clama:
¡muerta, muerta, muerta!


No;
contesta.
¡No mientas!
(¿Cómo irme así?)
los agujeros de dos tumbas
abren los ojos en tu rostro.
Escucha,


Las tumbas se ahondan.
No llega allí la luz.
Sin duda
caeré desde el cadalso de los días.
He tendido mi alma como una soga sobre el precipicio,
con malabarismos de palabras me he columpiado en ella.

Lo sé,
a él lo ha gastado ya el amor.
Adivino tedio en tantos indicios.
Vuelve a ser joven en mi alma,
presenta el corazón a la fiesta del cuerpo.

Lo sé,
cada quien paga por mujer.
Qué importa
si mientras tanto,
en vez de la elegancia parisiense,
te vistiera con humo de tabaco.


El amor mío,
como un apóstol de aquellos tiempos,
lo llevaré por miles y miles de caminos.
Los siglos te conceden la corona
y en la corona mis palabras,
arco iris de espasmos.

Como los elefantes con juegos de quintales
remataron el triunfo de Pirro,
yo a paso de genio devasté tu cerebro.
Para nada.
No pude arrancarte..

¡Alégrate,
alégrate!
¡Acabaste conmigo!
Ahora
con tanta tristeza.
Correría al río
a meter en el agua la cabeza y su mueca.


Me diste los labios:
qué cruel con ellos.
Al tocarlos sentí frío
como si pusiera mi beso penitente
en un monasterio labrado en roca helada.

Sonaron
puertas.
Entró él,
calado de regocijo callejero.
Yo,
partido en dos por mi queja,
le grité:
-¡Está bien!
¡Me voy!
¡Está bien!
Tuya quedará.
Cósele con trapos,
tímidas alas entre sedas: que engorden.
Cuida, no se te vaya.
Como piedra al cuello,
cuélgale a tu esposa un collar de perlas.


¡Oh, aquella
noche!
Apreté la desesperación, más y más.
Con los lamentos míos, con mi risa,
el hocico del cuarto en se torció de miedo.
Y la visión surgía, imagen de ti arrebatada,
con los ojos la encendías en la alfombra,
cual si soñara algún nuevo Byalik
a la radiante reina del Sión hebreo..

Torturado,
ante aquella a la que me rendí
caí de rodillas.
El rey Alberto,
todas sus ciudades
era, comparado conmigo, un obsequiado.


Dórense al sol flores y hierbas!
¡Primavera en las vidas de tantos elementos!
Yo sólo quiero un veneno
beber y beber versos.

Ladrona del corazón,
todo te lo llevaste,
atormentaste mi alma en delirio;
recibe este regalo, amiga,
tal vez nunca imaginaré más nada.

Pintad de fiesta la fecha de hoy.
¡Crea,
magia o crucifixión!
Miradme:
con clavos de palabras
clavado al papel estoy.

Por Vladimir Mayakovski

Selección de textos e imágenes realizada por SDUI